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Noche y niebla
Por Clara Castro
A sus 91 años Alain Resnais acaba de presentar su última película en la pasada edición de la Berlinale. Autor comprometido desde sus inicios, Resnais también ha contribuido a la historia del documental con la primera obra sobre el Holocausto, Noche y Niebla, realizada en 1954 como encargo del Comité de Hª de la II Guerra Mundial con motivo de la celebración del 10º aniversario de la liberación de la Francia ocupada.
Utilizando como base el poemario de Jean Cayrol (superviviente del Holocausto), el documental de Resnais busca reflexionar sobre el horror y la responsabilidad social sobre la tragedia tomando como especiales protagonistas a las víctimas del “Decreto Noche y Niebla” (los prisioneros NN) por el que enemigos políticos o combatientes eran víctimas de desapariciones forzosas, asesinatos o deportaciones que los conducían a campos de concentración.
Noche y niebla muestra el proceso por el que pasaban desde que eran deportados hasta que se enfrentaban a las últimas consecuencias. A pesar de su corta duración, este documental relata con detalle cómo se planteó la construcción de los campos, la organización de mando y de los retenidos, la distribución del trabajo, los métodos de exterminio, el aprovechamiento de los cadáveres… Noche y niebla da cuenta del funcionamiento de los campos como ciudades autónomas y de la ley y pensamiento que regía en ellas sin evitar en ningún momento (ni en imágenes ni en el discurso) el drama y la barbarie que encerraban. Con una voz over que comparte con el espectador tanto sus pensamientos y miedos como sus reproches, el narrador alude a los hechos cronológicamente hasta llegar también a la liberación de los campos por las tropas aliadas y a la celebración de los juicios contra los implicados en el Holocausto. Destacando el hecho de que ninguno de los acusados se responsabiliza de sus actos, la voz over se atreve a reprochar al espectador y advertirle de que lo vivido, en efecto, fue real y es una responsabilidad social y personal que no suceda de nuevo.
Jugando en todo momento precisamente con la idea de que proximidad con lo ocurrido, Noche y niebla comienza mostrando un paraje encantador que, en apenas un movimiento de cámara, muestra al público un horror rodeado de alambre de espinos. Mediante la utilización de imágenes de archivo (tomadas tanto por el ejército nazi como por el aliado) y del presente (que se evidencian por el paso del tiempo y por el intencionado contraste entre el color y el blanco y negro), la intención del documental no es la de reforzar la idea de brecha temporal, sino la de mostrar una cierta continuidad que refuerza en el espectador la imposibilidad del olvido. De esta manera, a través de transiciones sutiles o de asociaciones temáticas el público camina entre distintos momentos temporales pero una misma sensación ante lo mostrado.
A pesar de ello, cada momento histórico tiene su manera de presentarse ante el espectador: mientras que en las tomas del presente predominan los travelling y panorámicas horizontales con tomas amplias (que enfatizan la intención de degradación grupal) como ojos que quieren verlo todo, las imágenes de archivo demuestran la intención de registro con la que fueron tomadas predominando las tomas descriptivas y planos detalle, como haría quien ve algo que le asombra y quiere guardarlo en su memoria para siempre.
Para fomentar las ideas que la voz over va enunciando (la crueldad, el horror…), el montaje utiliza en ocasiones la repetición de motivos (bien en imágenes en movimiento como con fotografías) que potencian esas ideas (como por ejemplo, las diferentes técnicas utilizadas en los campos para deshumanizar a los judíos) y el contraste con el uso de la música.
Noche y niebla es un ejemplo de documental histórico en el que la revisión del pasado se realiza a través de la sobriedad técnica y el compromiso del discurso. Siendo realizado con la colaboración de futuros maestros del cine documental (como Chris Marker), esta obra de Resnais se convertirá en referente para las nuevas generaciones de documentalistas tanto a nivel formal como argumental (como probará en el año 1961 la obra fundamental del cinéma verité Crónica de un verano -Edgar Morin y Jean Rouch).