martes, 10 de noviembre de 2015

LA FE CRISTIANA




Aprendemos de la vida


La fe cristiana es una verdadera fe humana y religiosa que lleva a la feli­cidad y a la salvación completas. No se basa en una fantasía, en un en­gaño o en una falsa ilusión. Se basa en el encuentro personal con Cristo resucitado y en el personaje histórico de Jesús de Nazaret, tal como de­muestran diferentes documentos históricos e investigaciones arqueoló­gicas. La historia siguiente es un gran ejemplo de fe humana y cristiana.

Lectura: La fe ejemplar de Helen Keller


Helen Keller (1880-1968) nació en Tuscumbia (Alabama, Estados Uni­dos). A los diecinueve meses, una grave enfermedad la dejó sorda y cie­ga. No sabía leer ni escribir. Helen se quedó sin ganas de vivir... solo le quedó su pequeña fe: «Soy heredera de la fe, sobre cuyas alas las almas ascienden al cielo».
A los siete años, la visitó Anne Mansfield Sullivan, profesora del Insti­tuto Perkins para ciegos, quien se dedicó a enseñarle a leer el sistema Braille y a escribir por medio de una máquina de escribir especialmente fabricada para ella.
Helen y Anne creyeron que podían lograr la meta que se habían pro­puesto. En 1890, después de muchos sacrificios, Helen aprendió a hablar y comenzó a descubrir grandes verdades: «Las mejores cosas de este mundo, y las más hermosas, no pueden ser vistas ni tocadas, sino que se perciben en el corazón. [...] Cualquiera puede ser feliz, sea cual sea su suerte, si posee una fe firme y razonable».
Después de diez años de muchos sacrificios, en 1904, se convirtió en la primera persona ciega y sorda que obtuvo el título de licenciada en ar­tes, con la máxima calificación. En 1905 se casó. Aprendió varias lenguas clásicas y modernas. Y siguió dedicando su vida a cumplir la misión que Dios le había encomendado: «Dios nos ha dado una tarea a cada uno, que podemos hacer mejor que nadie más. Tenemos que descubrir cuál es esa tarea y cómo podemos hacerla lo mejor posible».
Su gran fe la llevó a descubrir la verdadera felicidad y a dedicar su vida a ayudar a los demás, especialmente a los más necesitados.
Se convirtió en una gran defensora de los derechos de las mujeres. Tra­bajó en la Comisión de Ciegos de Massachusetts. Dio conferencias por todo el mundo para apoyar a los disminuidos físicos. Al acabar la Se­gunda Guerra Mundial, ayudó a los soldados ciegos, sordos y minusvá­lidos. Y escribió varios libros para contar su fe cristiana, su experiencia, y para ayudar a las personas con discapacidades físicas.
Por su capacidad de superación y sacrificio por los demás, se convirtió en un gran ejemplo en el mundo. Se realizaron películas sobre su vida: Lo inconquistable (1954) y El milagro de Ana Sullivan (1962), que fue galardonada con un Oscar. El 1 de junio de 1968 falleció mientras dor­mía. A su funeral, en la catedral de Washington, asistieron más de 1200 personas.

(Helen Keller: Amar esta vida. 

ALIANZA EDITORIAL






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